Esto me ocurre con mucha frecuencia con mis clientes: le digo que deben hacer siempre lo que de verdad quieren y me contestan con sorpresa: “¡No puedo hacer eso, sería muy egoísta por mi parte!”
Es algo cultural: nos hemos creído que si alguien gana, otra persona pierde: Falso. Que la ganancia de una persona, es la pérdida de otra: Falso.
Párate un momento a mirar esto: cuando deseamos lo que el otro tiene, lo que realmente deseamos es el sentir que nos proporcionaría tener eso. Puede ser calma, paz, tranquilidad, pertenencia, satisfacción…
Pero ¿no es cierto que cuando siento paz, alegría, calma… me convierto en alguien creativo? ¿No es cierto que con satisfacción y paz veo soluciones que de otra forma no puedo ver? ¿No es cierto que motivada puedo ver un mundo de posibilidades que de otra forma está cerrado para mí?
Cuando una persona adquiere más calma, paz, tranquilidad, pertenencia… su alegría no divide, no le quita este sentir a otras personas, más bien lo contrario: su bienestar tiene un efecto multiplicador. Porque la alegría del otro me impregna a mi; la calma del otro me calma a mi; la motivación del otro me motiva a mi…
Cuando una familia adopta una mascota, no disminuye el amor que cada uno siente por otros miembros de la familia para poder darle un “trocito” de ese cariño a la nueva mascota, más bien lo que ocurre es que el cariño que recibe el animal y devuelve a la familia, hace que el amor en la familia crezca en general para todos.
Conclusión y aprendizaje necesario: Tomar conciencia de que todo aquello que nos hace feliz tiene un efecto multiplicador y no divisorio es poder reconocer que vivir nuestra verdad facilita las cosas a los demás.
Sé tú feliz y muestra el camino de salida para los demás al hacerlo. Deja que los demás se enganchen a tu alegría, eso es bondad y no egoísmo.

Recuerda: tu alegría multiplica la de los demás. Nunca resta, siempre suma.