consejos útiles sobre psicología de la coach Amparo Green para ayudar a gestionar emociones

Sé impecable con lo que sientes. Suelta la culpa

Suelta la culpa. Sé impecable con lo que dices, o lo que es lo mismo: no te sientas culpable por nada.

Si te preguntas de qué te sientes culpable, seguro que, a poco que te detengas a pensarlo, te sale un listado interminable:

De dejar una relación, de no ir los domingos a ver a tus padres, de no quedarte horas extras en la oficina, de no ser buena madre/padre, de comer demasiado, de ejercitar poco, de leer poco, de no dedicarle más tiempo a tus hijos…. ¡de casi todo!

Te planteo una reflexión acerca de la culpa, porque es la emoción negativa más frecuente con la que nos enfrentamos prácticamente a diario.

Porque sentirte culpable duele, empequeñece, daña y limita de una forma desgarradora.

¡Porque ya está bien de sentirte culpable!

Continuamos con la serie de claves que te propongo para este otoño: las dos primeras “Sé impecable con lo que oyes y “Sé impecable con lo que dices”, las puedes encontrar en mi blog. Hoy te doy la tercera clave:

 

3ª Clave: Sé impecable con lo que sientes. Suelta la culpa.

Con esta tercera clave te propongo que centres tu atención en cómo te sientes ante determinadas situaciones que te hacen sentir mal, tanto por tus acciones como por las acciones de otros.

Porque tanto lo que hacen otros como lo que haces tú o incluso lo que no haces, te puede hacer sentir culpable y, de una forma inconsciente, te vas a castigar exactamente en el mismo lugar en el que sientes la culpa.

La culpa obedece a la creencia limitante de que para sobrevivir hay que luchar.

Y la culpa es sencillamente una entelequia, un producto de tu imaginación que separa y divide… No te confundas, ¡lo que ayuda a vivir es la cooperación!

 

Para disfrutar y dejar de sufrir… cooperación vs división

Ahora parece que todos tenemos claro que llevar un estilo de vida inadecuado, sin una alimentación y ejercicio apropiado, termina por dañar nuestra salud física. Pues lo mismo aplica a la salud emocional.

Una gestión emocional inadecuada termina por dañarnos mental y también físicamente.

¿Acaso todavía tienes dudas del efecto que tiene un estado de estrés prolongado?

Una persona estresada crónicamente sufrirá de un desorden biológico, porque detrás del estrés hay excesos y carencias de nutrientes, hay sobrecarga de toxinas, mala función intestinal y seguramente un hígado colapsado.

 

La culpa afecta también a nuestras células

Si, efectivamente, las consecuencias de sufrir la culpa afectan también a nivel celular.

Las células sanas buscan activamente entornos que permitan su supervivencia y evitan los que les resultan tóxicos u hostiles.

Las células enfermas no se comunican con otras células, se aíslan y funcionan sin recibir y sin dar información a otras células.

Pues cuando te sientes culpable, ocurre lo mismo: te desconectas, sufres una parálisis y te debilitas.

¿Cómo llegamos a generar un contexto favorable para que el estrés, los virus o los genes cooperen y no luchen?

Cuidando y estando atentos a lo que nos ocurre, tomando conciencia: siendo impecables con lo que oímos, con lo que decimos y con lo que sentimos.

Siendo coherentes con nosotros mismos.

Coherencia, vital para estar en paz

O lo que es lo mismo: pensar, sentir y hacer lo mismo.

No vale pensar A, sentir B y hacer C. Olvídate porque no funciona.

Si haces algo y sientes culpa, no estás siendo coherente. Estás haciendo algo que piensas que debes hacer pero no lo sientes así.

Para que tu pensamiento y tu sentimiento estén coordinados, necesitas gestionar tu atención. Es algo vital que no puedes permitirte desatender.

Centra tu atención en la idea de cooperar y no en la de luchar. Abandona la pelea entre tus pensamientos y tus sentimientos.

Hace poco tuve la oportunidad de escuchar una charla de Palmira Pozuelo en la que ella hacía una preciosa analogía entre el universo externo y el interno, mostrando que somos un ecosistema humano en constante cooperación.

Las células del cuerpo humano se organizan en comunidad para lograr la supervivencia.

Hay una idea de cooperación para la supervivencia dentro de nuestro organismo entre las células. Cooperan entre ellas por el bien común de la vida y la supervivencia.

En nuestro interior, para mantenernos sanos, todo debe funcionar en cooperación de la misma forma que la unidad familiar coopera para sobrevivir en sociedad.

¿Eres consciente de que un órgano no invade ni ataca a otro órgano?

 

Entonces, si todo es más fácil con la cooperación ¿por qué culpamos?

Porque, como dice Anthony de Mello, nos confundimos: “nuestros enemigos no son las personas que nos odian, son las personas a las que odiamos”. Lo que hacemos continuamente es proyectar en otras personas atributos que no queremos reconocer como nuestros.

Para las personas que nos odian, nosotros somos sus espejos y lo que ven en nosotros es su problema, es su basura emocional, nosotros somos simplemente los agentes que formamos parte de su aprendizaje personal.

Pero nuestro verdadero problema está en las personas a las que odiamos. Porque al odiar sentimos culpa, enjuiciamos moralmente y generamos sentimientos de venganza.

Soltar la culpa que sientes te permite liberarte y expandirte, crecer como ser humano.

¿Cómo se suelta la culpa?  

Te dejo algunos pasos ineludibles que tendrás que dar si de verdad quieres liberarte y soltar el lastre que te produce la culpa.

  1. Reconoce que la culpa es una invención, es una idea, un código de creencias, una forma de pensar, una construcción mental de ideas.Es un pensamiento que te hace creer que con ese impulso que has tenido y que no has podido reprimir, has transgredido una idea o código ético.
  1. Sé rabiosamente honesto a pesar del rechazo que pueda generarte: revisa tu código ético porque continuamente nos creemos lo que nos dicen y las verdades de todos no tienen porque ser necesariamente tu verdad.
  1. Acepta el lado bueno de la culpa: que has cometido un error y que te permite aprender. ¿Cómo? revisando si eso que piensas es realmente tuyo, o de tu familia, o aquél maestro del colegio, o del párroco del barrio…
  2. Intenta sentir compasión y entiende que la compasión no es pena sino comprensión. Podrás aplicarla a esa persona que te hace sentir culpable y podrás comprender las razones profundas que la llevan a hacer eso que a ti te duele.
  1. Acepta tu responsabilidad en lo que te causa culpa y toma una acción responsable interna o externa, haz lo que tengas que hacer. PERO ten en cuenta que ser responsable significa tener habilidad de respuesta, sea la respuesta que sea. Limítate a hacer lo que sabes. Con eso YA vale.
  1. Asume la necesidad de soltar el resultado una vez que ya has hecho la acción. Ser humilde y aceptar tus límites te ayudará a soltarlo.
  1. Reconoce que TODAS las personas que entran en tu vida son agentes (padre, madre, amigo, jefe, pareja, hijos…) que entran para algo: para que aprendas algo, para que evites algo.
  1. Agradece cada persona o situación que te despierte culpa porque viene a colaborar en tu crecimiento personal. No te enganches en el lado oscuro de la emoción de sentirte culpable, no te llevará a ningún destino provechoso.

¿Es irresponsable no sentirse culpable cuando hago algo mal? Pues no ¡claro que no! El concepto de culpa es negativo, es un pecado y pecar quiere decir error. Error equivale a aprendizaje.

 

Yo también me he sentido culpable… not any more!

 

Yo personalmente, reflexionando y trabajándome mucho a mi misma, he aumentado la dimensión de mis miras y ahora consigo ver mucho más allá del pequeño hecho de si me porté bien o mal con alguien, de si fueron injustos o justos conmigo.

Porque no se trata de eso.

Lo que realmente me ha hecho sentir culpable no han sido los acontecimientos como tales, sino la importancia que les he concedido.

Cómo los he interpretado, cómo he vivido cada situación.

Lo que me ha hecho sentir culpable ha sido la falta de amor hacia mis misma por empeñarme en rechazar mi realidad y no aceptarme ¡menuda pelea más absurda e improductiva!

Ahora puedo ver que lo que me pesaba de verdad era el haber juzgado tanto, el haber echado tantos balones fuera.

He aprendido que toda la responsabilidad es mía, que la capacidad de perdonar, de amar incondicionalmente o reconciliarme es total y absolutamente mía.

He aprendido y por fin he comprendido que la vida siempre procede con exactitud. Que lo que ocurre es lo correcto y lo perfecto para mí.

 

La clave: ¡resignifica!

La clave para soltar la culpa está en RESIGNIFICAR.

Y esto significa entender algo destructivo como algo constructivo.

La culpa conlleva el pecado y éste no es más que el error del arquero que falla su tiro a la diana. ¿Cómo consigue darle al centro? Repitiendo fallos, porque sin errores no hay aprendizaje.

Cuanto más pecas/erras. Más aprendes y creces.

Puesto que la culpa para nosotros significa pecar, RESIGNIFA el pecado como el error necesario para aprender.

Comprende el inmenso potencial que tiene la corrección de un error.

Cambia ese pensamiento.

Curarás tu culpa.

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